domingo, 4 de julio de 2010

BAJAN CHOFER... - JLFP

Fecha de Publicación:

Acapulco de Juárez, Gro. Méx. 4 de Julio 2010


Director Revista Virtual LEMA Universitario:

Emilio Nahín Rojas Madero

"Mi vida por una mejor Nación"



BAJAN CHOFER…

Lic. JOSE LUIS FIGUEROA PAREDES

TRIBUNA LIBRE


Con motivo de haber padecido el desvalijamiento de mi coche en céntrica calle del centro de esta ciudad, hecho delincuencial que incluso comente en uno de mis recientes artículos; me he visto en la imperiosa necesidad de tener que transportarme en camiones urbanos principalmente, lo cual anteriormente no me resultaba incomodo salvo que llevara mucha prisa.

Desde mi época de estudiante de secundaria, subirme al urbano era una experiencia que consideraba “padre” porque me relajaba y distraía. En aquella época pensaba que con un poco de suerte igual y podía llegar a subirse la chica de mis sueños y ofrecerle caballerosamente mi asiento o mejor aún sentarse a mi lado. Recuerdo como la gente todavía en la década de los ochentas era amable, cedían el asiento a las damas, señoras embarazadas, personas de la tercera edad, o discapacitados.

Los choferes eran personas de edad, señores educados, serios, vestidos formalmente con chaleco, pantalón y zapatos incluso había algunos que se ponían corbata. Los choferes tenían un trato cordial con el pasajero y es obvio que había sus excepciones pero la gran mayoría eran personas respetuosas y preocupadas por su aspecto personal no así de las unidades que muchas de ellas estaban para llorar. Recuerdo también que al subirme al camión y pagar mi pasaje, el chofer me entregaba un boleto de papel china como comprobante de pago. Que tiempos aquellos! Incluso un ciudadano común era más respetuoso con las damas. Ahora parecen decir: “caballeros si hay, lo que no hay son asientos.

Los taxistas de la época, no se quedaban atrás. Estaban todos uniformados y con su credencial con fotografía que los identificaba como choferes de taxi, expedida por la organización de taxistas a la que pertenecían, credencial que por cierto colgaba del espejo de vanidad de su unidad y que otros portaban orgullosamente como gafete en la bolsa de la camisa.

Era obvio que en aquellas épocas la Dirección de Transporte del Estado si funcionaba. Era la época del Gobierno de Don Alejandro Cervantes Delegado, político conciliador, que hizo del dialogo una política para avanzar en los acuerdos. En materia de transporte, su estilo de gobernar le funciono muy bien. Estiraba y aflojaba pero nunca empleo rudeza innecesaria a diferencia del ex Gobernador Rubén Figueroa Figueroa.

En cambio en la actualidad, las autoridades de tránsito y transporte están a merced de los urbaneros y taxistas. Ya no hay control sino desacato. Hay un gran vacío de autoridad en el rubro del transporte. La única Ley que impera es la de los choferes y chalanes que conducen sus respectivas unidades a exceso de velocidad, sin menoscabo de la gente que viaja en ellas.

La imprudencia, impericia, irresponsabilidad y su deplorable aspecto personal son algunas características que distinguen a estos seudochoferes de urbanos. Muchos de ellos conducen alcoholizados y drogados sin que la autoridad haga sencillamente algo para evitar más tragedias en las que niños inocentes, ancianos y amas de casa han perdido la vida al ser atropelladas por estos cafres del volante.

Bajan chofer! es sin lugar a dudas la frase más común que pronuncia a grito abierto un pasajero de autobús urbano, pero hay otros que se ven forzados a golpear el autobús con la palma de su mano o a “chiflar” cuando el chofer no escucha o que deliberadamente se “paso” su parada oficial pero el colmo de los colmos es cuando el chofer arranca su pesada unidad justo cuando todavía no terminan de subir o de sentarse algunos pasajeros entre los cuales hay personas de edad avanzada, niños y mujeres embarazadas. No hay conciencia, educación, respeto, ni moral que valga. Son unos perfectos transgresores de la ley en todo momento, son delincuentes en potencia carentes de valores, sentimientos y sentido común.

Mientras tanto, los oficiales de tránsito solo detienen al urbano para pedirle al chofer la cuota respectiva, la “mochada” de $15.00 pesitos por vuelta de cada carro. De ello me toco ser testigo en la “parada” del mercado central cuando un oficial de tránsito quien portaba una gorra y cubría sus ojos con lentes obscuros, subió el primer escalón del autobús para estirar la mano al chofer, quien le entrego una moneda de diez pesos junto con otra de cinco pesos, lo cual sirvió para que el chofer se sintiera con cierta inmunidad y se apostara en la parada del camión por más de 15 minutos sin moverse y según me refiere mi compañero de asiento, observar como los choferes dan su cuota a los agentes de tránsito es algo “normal” para los usuarios del transporte público. Con razón estamos como estamos y usted qué opina?.


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